martes, 2 de diciembre de 2025

Un año de movimientos internos

Se esta terminando el año, llega diciembre y empiezan los balances, los tediosos balances de fin de año y la verdad es que obvio que tengo uno. Si tuviera que describir este año en pocas palabras, diría que fue un año de movimiento. No solo por los viajes, los cambios de rutina o las nuevas experiencias, sino porque algo dentro de mí estuvo reacomodándose constantemente. Fue ese tipo de movimiento que uno no siempre nota, pero que cuando mira hacia atrás se da cuenta de que ya no está en el mismo lugar donde empezó.

En el camino tuve que cerrar capítulos que venían acompañándome hace tiempo. Uno de ellos fue mi participación en un grupo de nudismo masculino. Fue una etapa que me aportó, que me enseñó cosas sobre libertad, cuerpo, confianza… pero que también sentí que debía dejar ir. A veces uno sabe, sin tanto ruido, que ya cumplió su ciclo. Y seguir adelante también es un acto de cariño propio.

Este año también me reencontré con mis propias disciplinas: ordené mi alimentación, ajusté horarios, cambié hábitos que no me aportaban. Fue un proceso medio rígido a ratos, pero me ayudó a recuperar control. Y al mismo tiempo, mientras mi rutina se ordenaba, mi curiosidad seguía siendo un pequeño caos hermoso: aprendí sobre fotografía, pregunté desde lo más simple hasta lo más técnico, practiqué italiano, revisé mapas, planifiqué viajes, me di el espacio de tocar temas que antes ni consideraba. Y eso me mantuvo despierto, atento, presente.

Los viajes, especialmente el de Cancún, abrieron otro tipo de mirada. Estar frente a lugares tan distintos a lo cotidiano —ruinas antiguas, agua turquesa, cielos inmensos— me bajó una mezcla de humildad y agradecimiento. A ratos me sentía turista, a ratos me sentía un niño, y en otros momentos simplemente alguien que necesitaba respirar lejos de casa. Ese descanso mental me hizo bien.

En paralelo, los libros volvieron a tener un lugar especial. Entre ellos, uno que me sorprendió fue Hombres que llegan a un pueblo. Me atrapó por lo rápido que se lee, por su humor, por la pampa salitrera y por esa sensación de que uno puede encontrar belleza incluso en lugares ásperos. De alguna forma, lo sentí dialogar con mis propios paisajes internos.

Y por supuesto, no faltaron esos momentos más cotidianos: escribir correos importantes, tratar de entender números que no cuadran, buscar explicaciones simples para cosas que parecían enredadas. Son esas pequeñas batallas diarias que, aunque uno no lo note, también lo van moldeando.

Si miro todo junto, diría que este fue un año donde me moví harto, pero hacia dentro. Me cuestioné, me ordené, me solté, viajé, aprendí, dejé ir, tomé aire, me acerqué más a lo que soy y a lo que quiero. No fue perfecto, no fue lineal, pero fue honesto. Y creo que esa es la parte que más valoro.

Porque al final, entre preguntas random, decisiones importantes, fotos desenfocadas y reflexiones profundas, siento que este año fui algo que necesitaba ser: un poco más yo.












sábado, 9 de agosto de 2025

No repare en gastos

Me di cuenta de que estoy totalmente sin plata otra vez, y no entiendo cómo pasó. Sí, he tenido varios gastos pequeños muy tontos, pero definitivamente eso tiene que parar, porque de verdad no tengo más dinero para seguir gastando, especialmente si quiero cumplir con los planes que tengo para este año y el próximo. 


Tampoco sé si quiero buscar trabajo freelance o uno fijo. El freelance siempre me conviene, pero estar todo el tiempo buscando dónde trabajar es agotador.

 La verdad, a veces ni siquiera quiero trabajar jajaja... 

Qué horror, la vida adulta culiá

viernes, 18 de julio de 2025

de hospitales y muerte

Hoy fui a ver a un chico con el que he salido algunas veces. Los besos y el sexo son muy buenos con él, pero, lamentablemente, está hospitalizado: le dio una neumonía por un hongo y, la verdad, está bastante delicado.

Me comentó que sintió que se moría dos veces, que vio el túnel y todas esas cosas... y quedé pasmado. La verdad es que estuve todo el rato queriéndole dar un beso y un abrazo fuerte, pero no se podía, así que me aguanté las ganas.

En situaciones así, es inevitable pensar en qué he hecho con mi vida, y la verdad es que tendré muchas cosas que pensar estos días de julio.

¡Recupérate, porfa!

sábado, 19 de abril de 2025

Bitácora de Viaje: Siete Horas en el Paraíso Jurásico (y algo más) Nueva York día 2

 


Para ser honesto, no tenía nada planeado para esta entrada, pero al revisar bien las fotos de esos días, me pude hacer una idea de lo que quería escribir. Al día siguiente de la entrada anterior, decidí que quería desayunar algo rico. Justo cerca del lugar donde me estaba quedando, unas cuadras antes del metro, había un pequeño almacén donde solía comprar mi desayuno todos los días. Ahí descubrí que vendían una fruta que había querido probar desde hace mucho tiempo: la fruta del dragón o pitaya. Es de una especie de cactus y, la verdad, tenía un sabor muy rico. Como llevaba tiempo queriendo probarla, la compré de inmediato en cuanto la vi.



Ese día decidí dedicarlo a visitar museos, y en particular fui a uno de los más importantes del mundo: el American Museum of Natural History. Es muy famoso, entre otras cosas, porque ha aparecido en varias películas. Siempre quise ir desde pequeño. No recuerdo cuánto costó la entrada, pero la verdad es que no me importó, porque no era tan caro. Tomé el metro temprano, me compré algo para comer y fui desayunando en el camino. Llegué a una estación que conecta directamente con la entrada del museo. Es casi como entrar a un aeropuerto: te revisan completo y pasas por un escáner de metales. Recuerdo que fui inmediatamente a un show inmersivo del espacio, dentro de un planetario, en donde te mostraban un video increíble narrado por Morgan Freeman, lamentablemente no pude grabar nada adentro, pero alcance a sacarme un par de fotos de como era el lugar.

 

Cabe destacar que había comprado el New York Pass, un pase que permite entrar a cinco lugares incluidos en el paquete, lo cual resulta mucho más barato que pagar las entradas por separado.

El museo es enorme. Me demoré unas tres horas solo en recorrer el primer piso. Me dije: "probablemente nunca más vuelva acá", así que quise aprovechar al máximo, aprender todo lo posible y ver cada rincón. La parte que más me emocionó fue, sin duda, la de los fósiles de dinosaurios. Son enormes y era la primera vez que veía fósiles de ese tamaño. Incluso hay zonas donde puedes tocarlos. A pesar de que va mucha gente, el espacio es tan amplio que no te sientes apretado ni andas chocando con otros. Estuve ahí casi siete horas (si no más) y lo disfruté a concho.

 

 

El museo está dividido por continentes, y en el centro hay una sección con animales embalsamados, todos parte de la colección del Instituto Smithsoniano. Vi muchísimas cosas que nunca pensé que iba a ver. El sector de Japón y Asia en general es muy bonito, con mucha información sobre su historia antigua. También hay una sección sobre Chile y Perú (más enfocada en Perú, eso sí). Se aprende muchísimo.

   

Como estuve tanto rato ahí, almorcé en la cafetería del museo. La comida era mala y escasa, pero estaba tan alucinado con todo que me dio lo mismo y comí no más.

Después de mi maratón en el museo, me fui a recorrer un poco Central Park. Solo para que se hagan una idea de lo grande que es: me demoré tres días en recorrerlo completo. Ese día, después de siete horas en el museo, no tenía ni el tiempo ni la energía para explorarlo entero, pero igual fue súper satisfactorio pasear un rato y visitar algunas de las obras de arte que hay en el parque. Como era abril, muchos cerezos estaban en flor, así que fue una parada obligatoria para sacarse fotos.

También pasé por un lugar con estatuas de Alicia en el país de las maravillas. Luego salí del parque y me encontré cerca de una de esas locaciones icónicas: la fachada de la casa de la serie La Niñera, de los 90. Para mí fue parada obligada, así que me saqué una foto ahí. Más tarde, volví a la parte sur del parque y llegué a unos grandes afloramientos de roca cerca de una pista de patinaje, al lado del zoológico. Ese lugar también es imperdible porque desde ahí hay una vista preciosa del skyline de Nueva York, con edificios bien llamativos.

  

Seguí caminando hacia el sector sur y, sin buscarlo, me topé con el famoso Hotel Plaza, el mismo de Mi pobre angelito. Subí una historia a Instagram con la fachada del edificio y la música de la película de fondo, preguntando si ahí estaba Kevin McCallister.

Ya de noche, recorrí un poco más la ciudad. Llegué al Radio City Music Hall, que se ve hermoso iluminado. Esa avenida tiene una onda muy especial. Recuerdo que grabé un video, a ver si lo subo por aquí. Ya eran casi las 11 de la noche, así que me devolví al lugar donde me estaba quedando, muerto de sueño y cansancio.


 


miércoles, 16 de abril de 2025

The Blaze - Virile

No importa cuanto tiempo pase, esta canción siempre me va a recordar a ti, porque literal, así eran nuestras juntas


lunes, 7 de abril de 2025

Bitácora de viaje: Nueva York parte 1

 En 2023, un amigo y yo habíamos hablado sobre la idea de conocer Nueva York. Al principio, debo admitir que no tenía muchas ganas de ir, principalmente porque el viaje era bastante caro y en ese momento no tenía un trabajo que me permitiera cubrir ese tipo de gastos. Sin embargo, con el tiempo, comencé a motivarme, especialmente porque sería el destino más lejano al que había ido hasta ese momento.

Por cosas de la vida, mi amigo tuvo que cancelar el viaje a último momento, apenas un par de meses antes de la fecha de partida. Esto me motivó aún más a ir solo. Aunque me preocupaba la barrera idiomática, sentía que podía comunicarme de alguna forma si surgían problemas con el idioma al llegar a Estados Unidos. Al final, me di cuenta de que mi nivel de inglés no estaba tan mal y pude interactuar con mucha gente sin mayores inconvenientes. Además, una de las cosas que más me sorprendió fue que, en Nueva York, la mayoría de las personas son latinas, por lo que me pasaba mucho que al entrar a cualquier negocio, solo con mirarme, me hablaban en español. Si tu idea es aprender inglés, quizás Nueva York no sea el destino más ideal para eso.

El gran día finalmente llegó, y recuerdo que tuve que salir muy temprano de casa para ir a casa de mis padres, quienes amablemente se ofrecieron para llevarme al aeropuerto. El vuelo no fue especialmente cómodo, fue largo y, al llegar a Colombia, tuve que hacer una escala de unas 3 o 4 horas. Este tiempo me permitió comer algo antes de tomar el siguiente vuelo hacia Estados Unidos. Al llegar al aeropuerto, la salida era un pequeño edificio con solo una puerta que daba a la calle, y otra entrada muy poco visible que conducía a una estación de metro dentro del mismo aeropuerto. Desde ahí, tomé la línea de metro que me llevaría directamente a Manhattan.

Tuve mi primer percance al llegar, porque un amigo me había dicho que debía comprar una tarjeta de metro que valía unos 30 USD, la cual me permitía tomar el metro tantas veces como quisiera durante 7 días. El problema fue que en ningún momento, o al menos no lo entendí correctamente, me explicaron que ese pase de 7 días también aplicaba para la línea de metro que rodea el aeropuerto JFK. Así que, cuando me tocó hacer el transbordo, compré la tarjeta para el metro del aeropuerto en lugar de la que correspondía al metro de Manhattan. Al llegar al torniquete, no me dejaba pasar, y no entendía por qué. Al preguntarle a un trabajador del metro, me dijo que había comprado la tarjeta equivocada. Entonces, tuve que comprar otra tarjeta, que también costaba 30 USD, y finalmente pude hacer la combinación correcta. Esto me molestó mucho, porque llevaba menos de media hora en el país y ya había gastado 60,000 pesos chilenos. Estaba bastante enojado por ese error.

Reconozco que esta situación me frustró bastante, y para colmo, no pude conseguir un chip para tener internet en mi teléfono, lo que me obligó a comprar una bolsa bastante cara solo para usarla unos segundos y poder orientarme en el mapa hasta llegar a mi destino.

Al final, arrendé una habitación en un Airbnb en Brooklyn, cerca de la estación de metro Kosciusko Station, en el barrio de Bedford-Stuyvesant. Me quedé allí 9 noches y el costo fue de aproximadamente 560,000 pesos chilenos (este fue el precio en 2022, así que probablemente hoy esté más caro). Cuando llegué a Kosciusko Station, me bajé del metro y me encontré con el típico barrio periférico de Nueva York, con el metro elevado sobre la avenida. La avenida estaba bastante sucia, con mucha basura y personas en situación de calle. Era como esas escenas de las películas ochenteras que mostraban el Bronx, con zonas en mal estado y una gran pobreza. Esto me hizo sentir algo de miedo, porque no había investigado bien sobre la zona antes de llegar, y comencé a cuestionarme si realmente había hecho una buena elección al quedarme allí.

Sin embargo, cuando caminé un par de cuadras, todo cambió de manera abrupta. El barrio se veía mucho más bonito, con casas bien mantenidas. Era una zona mayoritariamente afroamericana, y me sorprendió lo bien cuidadas que estaban las viviendas. Cuando llegué al Airbnb, me sorprendió la tecnología del lugar: me dieron una clave digital para acceder, y al ingresar, recibí mi llave de un mueble al que accedí con esa clave. Subí a mi habitación, que estaba en el último piso, y me di cuenta de que el edificio era muy antiguo. Aunque las casas eran grandes y espaciosas, me costaba imaginar por qué una familia necesitaba tanto espacio. A pesar de ser casas antiguas, eran enormes por dentro. Además, debajo del pórtico había otra casa más, que parecía ser una especie de casa de servicio, en la que podrían vivir personas que trabajaran en el hogar, como quienes se encargaran de la limpieza o la cocina.

En fin, saliendo un poco de la tónica histórica de mis divagaciones al escribir, retomo el relato de este viaje. La cosa es que, cuando llegué a la pieza, empecé a analizar todo lo que había vivido en las últimas horas: el viaje, el tema del ticket, las lucas, el barrio, el metro, etc. Y ahí me empezó a dar una especie de ataque de pánico que me dejó un rato paralizado, sin saber qué hacer, cuestionándome qué estaba haciendo ahí, solo.

Después de un momento de reflexión, me dije a mí mismo:
“Ya, culiao, estuviste un año entero ahorrando para este viaje, estás a la mierda de tu casa, solo, y no te vas a amargar por un mal rato. ¡Sal y pásalo bien, CTM!”


Así que ordené bien mis cosas, me pegué una duchita rápida, y me fui a tomar nuevamente el metro rumbo a Manhattan. Pero antes pensé que era mejor partir conociendo el Brooklyn Bridge, así que me dirigí directamente hacia allá, decidido a cruzarlo caminando. Antes de eso, pasé por un sector llamado DUMBO (Down Under the Manhattan Bridge Overpass), y empecé a recorrer las calles aledañas. La verdad, está muy bonito y se nota que ha sido remodelado hace poco. Hay un cartel gigante con el nombre del barrio donde, obvio, puedes sacarte una selfie. Luego pase al Dumbo House, que es un edificio antiguo convertido en centro comercial, donde puedes ver vistas de la bahia y el puente de Manhattan, además de ir al Dumbo - Manhattan Bridge View a sacarme otra foto.



Después de un rato, decidí no quedarme pegado y seguir caminando, porque el tiempo apremia. El puente es precioso, se terminó de construir en 1883, es antiguo, enorme, imponente. Ahí empecé a entender que los gringos tienen esta obsesión con la magnificencia en la arquitectura: todo tiene que ser gigante. Eso fue una constante durante todo el viaje. En cada lugar al que llegaba, me daba cuenta del tamaño de todo. También entendí que están en el apogeo de su cultura, lo que explica por qué tienen tantos recursos, aunque eso no sea precisamente de mi agrado.

Al llegar al otro lado me encontré con el Civic Center, crucé el City Hall Park, y ahí vi por primera vez al animalito que siempre quise ver: una ardilla. Son muy lindas. Quería puro tocar una, pero no lo hice. Soy súper responsable con la fauna silvestre, aunque sea urbana. No tengo claro si son especies introducidas o nativas, pero me llamó la atención que en cualquier lugar con un poco de área verde, hay ardillas.



Sinceramente, después no recuerdo con claridad qué más hice ese primer día en Manhattan. Solo sé que caminé mucho. Lamentablemente no tengo ni historias de Instagram ni fotos que me ayuden a reconstruir el día. Solo recuerdo que almorcé en un carrito y luego busqué qué actividades podía hacer. Justo ese día había una exposición sobre el Titanic y pensé: “Ya estoy acá, tengo la plata, ¿por qué no ir?”

Así que fui. La muestra estaba en un centro llamado "Fever", ubicado en la Sexta Avenida con calle 14, justo en una esquina. El recorrido me gustó mucho. Era muy completo. Había artículos personales de los pasajeros, objetos rescatados del naufragio… Una de las cosas que más me impactó fue un panel con una gran muralla de hielo, donde te mostraban lo frío que estaba el iceberg, y también el agua. Aprendí que las personas que cayeron al mar murieron en menos de media hora por hipotermia. Fue fuerte, pero interesante.

También descubrí que los pasajeros de primera clase tenían todos los servicios que hoy vemos como básicos, pero que en ese tiempo no lo eran. En tercera clase compartían baños y duchas comunes, y sus habitaciones estaban llenas de ratones. Además, te ponían con gente que no conocías. Fue conmovedor ver todo eso. Había una joya que probablemente inspiró la de la película, y biografías de los músicos del barco.

Otra cosa que me llamó la atención fue que los pasajeros de tercera clase no eran pobres, al menos no todos. El pasaje era caro en todas las clases. Más bien, eran inmigrantes que viajaban con contrato de trabajo a Nueva York, con cierto estatus, aunque compartían piezas y les apagaban las luces a las 10 de la noche. La habitación más cara del Titanic, en plata de hoy, costaba alrededor de 80.000 USD.

Después de eso, ya estaba muerto. Decidí volver a Brooklyn a dormir. Entre el viaje y todo lo vivido el primer día, estaba realmente agotado. Creo que me acosté relativamente temprano, tipo 10 de la noche. A pesar de la crisis nerviosa de la mañana, lo pasé estupendo.

Con esto termino la primera entrada del relato de este viaje. Probablemente luego escriba dos o tres días por entrada… o quizás uno, no lo sé. Lo que sí sé es que tenía como proyecto contar esta aventura aquí.

Nos leemos en la próxima entrada.