En la tarde

La tarde estaba perfecta para leer, tomó dos sillas, una para sentarse y otra para acomodar sus pies, tomo “la Orden del Fénix” que le había prestado una compañera de la universidad, y se dispuso a leer. Mientras leía sentía una extraña angustia lo invadía que le impedía poder leer bien, no sabía bien que era, pero tenía un atisbo de lo que podía ser.

Pensó ¿Qué estará haciendo ahora que yo leo? ¿Estará bien? ¿Por qué a mí no me afecto tanto pensado que lo ocurrido fue hace poco?

¿Tendrá la misma angustia que yo para el lunes próximo?

Realmente las dudas le invadían la cabeza, respiro, mira su alrededor, escucho el agua de la fuente y el lindo canto de un zorzal vespertino y siguió leyendo.

Las dudas cesaron al poco tiempo y la tarde se ponía cada vez más agradable.